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No todo vale

No todo vale

No es solo el dedazo, es la improvisación, la provisionalidad… toman decisiones de Región como si se tratara del cortijo del PP.

¿Se puede permitir nuestra Región, en la situación que estamos, una solución de interinidad por los problemas internos de su partido, del PP? Con la Región y con los murcianos no se juega. Elecciones anticipadas ya.

 

Os dejo mi último artículo de opinión publicado en La Verdad de Murcia, lo escribí antes de saber el nombramiento del «sucesor» antes de la huida de Valcárcel a Bruselas en la peor situación de la Región en las últimas décadas.

No todo vale

Con los ojos abiertos

Las recientes noticias sobre la actualidad política que se suceden en el panorama regional me generan un gran pudor, casi vergüenza. Los casos de presunta corrupción imputados a cargos del Partido Popular regional, tantos altos cargos relevantes que siguen en sus responsabilidades públicas, deberían provocar una respuesta urgente. La tolerancia que muestran sin inmutarse ante las acusaciones y la falta de responsabilidad pública generan un gran daño a toda la política, a la confianza, ya muy desgastada, que la ciudadanía tiene en sus representantes públicos. Dónde ha quedado la responsabilidad, la ejemplaridad, dónde nos llevan discursos que al final se demuestran absolutamente huecos sobre la necesidad de ahondar en la cultura democrática y la responsabilidad, cierta, que ello debería conllevar.

Parecer ejemplares podía ser suficiente hace unos años. Pero además de parecerlo también hay que serlo. Así debió ser entonces y así tiene que serlo ahora. Oxígeno democrático necesario en nuestra Región.

Durante los años de bonanza económica los problemas de los que acaecía el sistema democrático y la gestión de lo público se diluían fácilmente ante una aparente tranquilidad ciudadana. Hubo quienes sí actuaron tajantemente ante los indicios de corrupción y no obtuvieron ningún tipo de ventaja frente a los que convivían entre imputados. Eran tiempos en los que repetir una falsedad mil veces para hacer que en el imaginario colectivo apareciera como una verdad funcionaba. Pero la crisis, a modo de riada, ha limpiado de falsedades lo ocurrido respecto a tantos temas, mostrando verdades que quisieron ocultar.

Esa es una de las pocas cosas buenas que ha traído la crisis, la mayor atención y exigencia de la ciudadanía hacia quienes les representamos. Urge una mayor democratización de nuestro sistema representativo, más control, transparencia y participación. Y para ello hay que impulsar reformas. Pero más allá de las normas que nos demos, de decretos o leyes que se aprueben -como la Ley regional de Transparencia que hemos registrado- lo que es imprescindible es un cambio de actitud. Un cambio de actitud de la ciudadanía, ya iniciado, pero también y principalmente de aquellos que en el interno de los partidos o en las instituciones tenemos responsabilidades.

En política no puede valer todo, y el Partido Popular, ante lo que está ocurriendo a su alrededor, tiene que dar explicaciones y tomar decisiones de forma urgente.

La coherencia entre lo que se dice y se hace, el valor de la palabra, es lo único que, a mi juicio, puede y tiene que regenerar la confianza, reconstruir alianzas. Y eso no lo pueden garantizar quienes con sus hechos, o la ausencia de estos, son protagonistas de situaciones alejadas de la normalidad en un sistema democrático.

No puede ser que quien ha ostentado la máxima responsabilidad en nuestra comunidad autónoma durante casi 19 años, en el peor momento que vive nuestra Región de las últimas décadas, se marche sin rendir cuentas. Y no ante la oposición sino ante la ciudadanía. Y tampoco puede ser que ante su marcha, y en estas circunstancias que atravesamos, la designación del sustituto se haga a dedo. Un cambio de tal envergadura, en un contexto de crisis económica, social y política, debería darse mediante la convocatoria de elecciones. Pero en las filas populares nadie quiere arriesgarse a perder la mayoría absoluta de la que disfrutan.

No son tiempos de dedazos o de sucesiones sin consultar a la ciudadanía. Pero la participación, consultar a la ciudadanía en general o a la que forma parte de un partido político, requiere de valentía y conlleva riesgos que la derecha no está dispuesta a asumir. La voz del líder, de los dirigentes, aunque influyente, a la hora de la verdad pasa a valer lo mismo que la de todos: un voto. Y si preguntas lo haces para acatar la respuesta que recibas, sea la que esperas o no. Porque por encima de cualquier otra convicción debe de estar la de aceptar lo que democráticamente se decide, aunque no coincida con la posición personalmente defendida. Hay que ser democráticamente consecuentes.

De ahí que ante el anunciado dedazo del PP remarque que hay otra forma de hacer las cosas, que los socialistas nos encontramos en un proceso sano y democrático como son las primarias del PSRM-PSOE. Que frente al grito –muchas veces interesado- del “todos sois iguales” se demuestra que no, que frente al dedo de Valcárcel para elegir a su sucesor nosotros ponemos miles de dedos, los de todos los afiliados socialistas que libremente decidirán a finales de marzo quién es el mejor candidato para presidir nuestra Región.

De las diferencias puestas de relieve estos días emerge una idea clave: el cambio necesario en la Región es de fondo, pero también a fondo en las formas. Ser ejemplares no es una elección, es una obligación. Y frente a los que siguen haciendo las cosas como siempre otros demostramos que somos un verdadero cambio para los murcianos y murcianas. Palabras vacías frente a hechos fehacientes.

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